Higiene corporal: la ducha

La ducha puede convertirse en un momento muy incómodo para un anciano, que ha perdido su autonomía, por ello debemos tratar que sea lo menos invasiva posible y llevar unas pautas que la hagan un momento relajante y placentero.

  • Debemos asegurarnos una correcta temperatura del agua, no aplicarla sobre la persona hasta que no hemos verificado su temperatura idónea, ni muy fría ni muy caliente, siempre respetando las preferencias del usuario.
  • Al margen del punto anterior no debemos aplicar la ducha con agua muy caliente, ni durante un espacio superior a 15 minutos, ya que ambas cosas y sobre todo juntas, pueden provocar una bajada de tensión, de graves consecuencias, según las patologías.
  • La ducha ha de comenzar desde los pies y tobillos, subiendo lentamente hasta la cabeza, para que el cuerpo se vaya adaptando a la temperatura.
  • En la mayoría de los casos la ducha siempre se recomienda tomarla sentados para evitar cualquier imprevisto o caída. Así mismo debemos tomar precauciones a la salida tanto para el usuario como para la persona que ayuda en la ducha, pues pueden resbalar y el uno llevar al otro.
  • Realizaremos un buen secado corporal, con especial cuidado en las posibles zonas dañadas, si frotar muy fuerte, para no provocar ninguna irritación en la piel y aplicando crema hidratante. Será importante el secado de todos los pliegues y zonas más húmedas.

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