El síndrome del ocaso, también conocido como «sundowning», es un trastorno que se manifiesta con mayor frecuencia en las personas mayores, aunque puede sufrirlo cualquier persona que padezca una afección neurodegenerativa, independientemente de su edad.
Dado que la sintomatología general del síndrome del ocaso coincide con la de algunos trastornos psicológicos y enfermedades neurológicas, es aconsejable conocer cuáles son sus señales diferenciales.
Qué es el síndrome del ocaso y a quién afecta
Se trata de un conjunto de alteraciones cognitivas y de cambios súbitos de comportamiento, que describiremos en profundidad más adelante y que se manifiestan en las últimas horas de la tarde y/o al anochecer.
Los afectados suelen ser personas de edad avanzada y que, además, padecen algún tipo de enfermedad neurodegenerativa. En concreto, son más propensas a padecer este síndrome:
- Las personas cuyo diagnóstico específico es el de demencia o de enfermedad de Alzheimer, especialmente si el estadio de la enfermedad es avanzado.
- Quienes sufren alteraciones severas del ciclo del sueño, como interrupciones muy frecuentes del mismo o el insomnio.
Además, el síndrome del ocaso puede desencadenarse o exacerbarse si la persona afectada:
- Pasa más tiempo de la cuenta en un lugar oscuro o deficientemente iluminado, incluso en horarios matutinos.
- Se encuentra en un entorno desconocido o que considera amenazante.
- Ha tenido durante la jornada una actividad inusual o excesiva.
- Está mental o físicamente agotada.
- Tiene dificultades para discernir si es de día o es de noche.
- Percibe irritación o una actitud negativa por parte de la persona que lo cuida o supervisa.
Cómo se manifiesta este trastorno
Los síntomas incluyen:
- Confusión mental y/o desorientación.
- Agitación en forma de irritabilidad, ansiedad, agresividad verbal y/o agresividad física.
- Dificultades de comprensión y/o de expresión.
- Presencia de alucinaciones.
- Monólogos o discusiones con personas imaginarias.
- Cambios de comportamiento anormales y/o alternantes, como deambular continuamente por la casa, postrarse, arrojar objetos al suelo o manipularse compulsivamente la ropa.
En cualquier caso, la señal diferencial con otras alteraciones y trastornos es que el síndrome del ocaso suele presentarse al final del día, intensificándose según van pasando las horas.
Cómo abordar el síndrome del ocaso
El síndrome del ocaso ha de abordarse de manera integral, por lo que es imprescindible la implicación total de los cuidadores de la persona que lo sufre.
El tratamiento es paliativo, es decir, el objetivo es evitar que se presenten los síntomas a la caída de la noche y, si eso ocurre, intentar reducir al mínimo la intensidad de los mismos.
Para ello es necesario:
- Establecer una rutina diaria con horarios bien definidos, regulares y tempranos.
- Procurar que la persona se encuentre siempre en entornos tranquilos y que considere seguros.
- Hablar a la persona afectada con tono tranquilizador y amigable. Deben evitarse a toda costa los reproches y las reprimendas.
- Realizar durante el día actividades de estimulación física y mental, pero siempre de forma moderada: la musicoterapia y la terapia ocupacional son especialmente efectivas.
- De noche, procurar que la iluminación artificial no sea excesivamente tenue.
- Si el médico lo considera oportuno, la administración de medicamentos de efectos tranquilizantes y/o sedantes.
En resumidas cuentas, las personas que padecen el síndrome del ocaso precisan de una supervisión permanente durante todo el día. Esta debe ser llevada a cabo por un familiar paciente y tranquilo o por profesionales experimentados.