Creemos saber lo que es una depresión nerviosa, pero muchos usamos mal la palabra depresión. Cuando decimos “hoy estoy muy deprimido” o el coloquial “tengo la depre” hacemos un flaco favor a los verdaderos enfermos de depresión. Por si fuera poco, demostramos tener poco conocimiento en el tema de la depresión, la melancolía, la desesperanza y otros estados anímicos afines.
Nuestros mayores no se ven libres de nuestra mala información: “mi padre está muy deprimido desde que se ha jubilado y no parece él”. ¿Seguro? Es muy probable que lo que tenga sea distimia, una versión ligera de la depresión nerviosa que es frecuente en la vejez o cuando se pierde funcionalidad de manera irreversible.
Síntomas de la distimia
Hace unas décadas, muchos psiquiatras se referían a la distimia o trastorno distímico como depresión leve, y otros como trastorno depresivo persistente. Este último nombre se sigue utilizando para explicar en qué consiste un trastorno distímico cuando existe diferencia entre depresión y distimia. Por ello, sobre todo si tenemos a nuestro cuidado a alguien con alguna afectación del estado anímico, es conveniente manejar un poco de jerga psiquiátrica para no caer en errores.
La distimia es como una depresión clínica leve, pero mantenida en el tiempo. Puede ser vitalicia una vez se manifiesta, pues el desencadenante casi siempre es una pérdida irreparable, que causa una depresión exógena pero no termina de curar. También se puede llegar a la distimia poco a poco.
Una persona con distimia no tiene ideas recurrentes de suicidio y puede experimentar alegría en ocasiones puntuales, disfrutar de una charla o una cena entre amigos, tener proyectos, etcétera. Pero se ve acompañada del famoso “perro negro”, una cierta apatía o cansancio, un toque de pesimismo o el desaliento de quien ha dejado de poder hacer lo que antes era su rutina (por ejemplo, a consecuencia de un accidente). Por ello, la distimia es frecuente entre personas mayores y entre discapacitados que han pasado a serlo de forma brusca.
La prueba de que distimia y depresión clínica no son la misma enfermedad la tenemos en que las personas con distimia pueden sufrir episodios de depresión clínica y recuperarse de ellos con un tratamiento.
Diferencias entre depresión y distimia
La principal diferencia entre depresión y distimia es la gravedad de los síntomas. También hay que señalar que la distimia no llega a ser, por lo general, un peligro para la vida del paciente, mientras que una depresión mayor sí lo es, al favorecer el riesgo de suicidio o la muerte por otras causas, en los casos más graves. La muerte por melancolía que se achacaba a algunos reyes en siglos pasados no era otra cosa que una depresión nerviosa en una época en la que no se sabía apenas del tema y no existían terapias ni fármacos.
Por poner unos ejemplos prácticos, una persona con distimia puede necesitar de algún comprimido herbal o de fármacos para dormir, mientras alguien con depresión es posible que pase noches en vela a pesar de la medicación o, a la inversa, que sufra de hipersomnia.
Con respecto a la comida, al depresivo se le suele suprimir el apetito, mientras que el distímico no come con entusiasmo por lo general, pero sí puede disfrutar de ciertos platos de su agrado.
Quizás lo más sencillo de comprender desde fuera es el enfoque general de lo que supone salir de casa y ver a gente conocida. A alguien con depresión se le hace imposible o casi; implica vestirse, asearse, aguantar el llanto, etcétera. Quien sufre de trastorno distímico siente desgana, aunque si se esfuerza puede acudir al sitio y, en ocasiones, pasar un rato agradable.
Cuándo pedir ayuda profesional
Tanto la distimia como la depresión requieren de ayuda profesional. Hablamos de psicólogos, pero también de psiquiatras. Por lo general, la depresión requiere siempre de tratamiento farmacológico mientras que en la distimia depresiva se emplean dosis más bajas para aumentar la calidad de vida del paciente, pero puede haber quien no necesite medicarse de continuo.
Mientras que una depresión endógena aparece de la nada, las causas de la distimia suelen ser conocidas: algo ha cambiado poco a poco o de forma repentina. Una depresión nerviosa requiere de tratamiento farmacológico cuando no hay tregua en la sintomatología durante un periodo de seis semanas consecutivas o cuando compromete la vida de quien la sufre. En el caso del trastorno distímico no hay un baremo claro, como tampoco se ha establecido en qué punto se pasa hablar de depresión en lugar de distimia. Las causas y consecuencias de la distimia se suelen relacionar con las de las depresiones exógenas que no llegan a poner en serio riesgo la vida del paciente, pero sí le restan mucha calidad de vida.
Ante la duda, lo mejor es acudir a un profesional. Si hablamos de una persona mayor, acompañarle, pero dejarle entrar solo a la consulta excepto si tiene las habilidades cognitivas mermadas de forma importante. Los profesionales de la salud mental saben diferenciar los casos clínicos de astenias o periodos con bajo ánimo.
En resumen, la distimia es la hermana menor de la depresión clínica, pero tiende a ser un trastorno crónico. Sufrir distimia no exime de padecer episodios de depresión, pero un paciente con las habilidades cognitivas bien conservadas se dará cuenta de que algo va mal. Con las personas mayores que ya sufren de cierto deterioro neurológico el asunto es más complicado. No dudes en preguntar al profesional de la salud mental cómo debes tratar a tus padres o abuelos si sufren de depresión o de distimia y estos términos te son ajenos. A veces, sin desearlo, hacemos daño a depresivos y distímicos cuando intentamos ayudar de manera incorrecta.